Phnom Penh (ភ្នំពេញ) fue mi primera y mi última ciudad camboyana en la que estuve más tiempo del deseado gracias a un mosquito muy
simpático (ya contaré esto con más detenimiento). Además, mi estancia ahí estuvo marcada por la muerte del rey padre
Norodom Sihanouk, el último rey-dios jemer, que murió tres días antes de que yo llegara y al que se le guardó luto riguroso oficial durante una semana. Los bares y restaurantes no ponían música, todos los jemeres llevaban un lazo negro en la ropa, los edificios tenían una fotografía de Norodom con lazos negros y blancos, las escuelas cerraron varios días. Este rey ha sido muy importante para la historia reciente del país y muchos al hablar de él se emocionan y no ven con los mismos ojos al actual rey, su hijo.
Su cuerpo descansa tres meses en el Palacio Real antes de ser incinerado. Por estas casualidades de la vida, no he podido visitar el Palacio Real ni su pagoda de plata, pero siempre hay que dejar algo para volver al país.
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Una de las miles de imágenes del rey padre que hay por todo el país |
Llegué a la capital camboyana después de un largo viaje sin ningún percance: el tren llegó a su hora, los aviones salieron puntuales y mi mochila llegó a su destino sana y salva. Incluso puedo decir que la comida del avión no estaba tan mala como con otras compañías.
Eran aproximadamente las nueve de la mañana del jueves 18 cuando pisé Asia por primera vez. Lo primero que sentí fue una oleada de calor húmedo que me acompañaría durante todo mi viaje por el país. Intenté bajar rápido, para evitar las colas al hacerme el visado. No tardé demasiado en conseguirlo, $20 y una fotografía de carné después, tenía permiso para estar en el país hasta el 18 de noviembre.
Ya con la mochila a la espalda, cambié euros por rieles, la moneda local. Acabé con un fajo de billetes más grande del que puede caber en cualquier cartera. En Camboya también se usa el dólar, pero quería tener únicamente su moneda, cosa que me fue imposible ya que los cajeros dan únicamente billetes verdes y muchas veces el cambio te lo dan en ambas monedas. Como datos prácticos $1 equivale a 4.000 rieles y en Camboya no existen monedas.
También me compré una SIM de ahí, de la compañía Hello, para realizar llamadas y poder tener Internet en el móvil en caso de necesitarlo.
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Billetes de 1.000 (puerta de entrada a Angkor Thom), 500 (templo de Angkor Wat) y 100 (monumento a la independencia) rieles |
Me dispuse a coger mi primer
tuk-tuk, pero dentro del
aeropuerto los precios son fijos y no se puede regatear, así que
salí fuera y conseguí uno por
$5 que me llevaría hostal que ya había reservado antes,
The White Rabbit Guest House. Tarde unos 45 minutos y el viaje fue algo peculiar: vehículos en sentido contrario junto con modernos semáforos y mucha contaminación. El conductor me dejó en la calle y el número que le indiqué, pero eso no parecía mi hostal, más que nada porque era una casa bastante lujosa. Aún así, llamé a la puerta y salieron unos chavales que me acompañaron hasta mi alojamiento. Una curiosidad,
las calles están numeradas y son en forma de cuadrícula, pero no siguen un orden estricto. Dentro de cada calle,
los números no van en orden y puede que en la misma calle un número se repita varias veces, como me pasó a mí.
El hostal estaba bastante bien por los $3,10 que pagué por una cama en una habitación compartida con aire acondicionado. También hay posibilidad de habitaciones privadas. El hostal estaba muy limpio y el ambiente me gustó, aunque he de decir que no pasé demasiadas horas en él.
Mi primer destino fue el
S-21 o el museo del genocidio Toul Sleng. ¡Qué decir de ese sitio! Te pone los pelos de punta nada más entrar. ¡La de atrocidades que ahí se cometieron! Os voy a poner en antecedentes para que entendáis un poco mejor esta parte de la historia reciente del país. Es solo un resumen a mi manera, el que quiera saber más (y mejor) que pregunte al sabio google.
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Una de las habitaciones de tortura del S-21 con foto en la pared de un hombre muerto por tortura |
Los jemeres rojos gobernaron Camboya del 75 al 79. Eran comunistas y querían un país en el que todos fueran campesinos, que no tuvieran educación ni cultura. Eliminaron la moneda. Hasta aquí más o menos normal. Pero en el país había mucha gente con educación y formación: ingenieros, monjes, profesores… Todos estos, sus familias (mujeres e hijos incluidos) y alguno más, cuyo pecado era llevar gafas, eran un estorbo para que funcionara el país que querían construir. Así que los detenían y los llevaban a Toul Sleng (antes un instituto) para torturarles y sacarles información que la mayoría no tenía. Muchos no sobrevivían y los que lo hacían, eran llevados a los campos de concentración donde perecerían. Daba igual la edad, género o nacionalidad (murieron varios extranjeros). Durante el genocidio camboyano murieron miles, por no decir millones, de personas. No queda clara la cifra exacta de muertes por este régimen. Aunque hay fuentes que indican que mataron a un cuarto de la población del país. Pero lo que más me sorprende a mi es que muchos de los cabecillas habían estudiado en el extranjero, es decir, tenían formación hablaban otro idioma.
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Celdas del S-21 |
Después de esta clase magistral express de historia camboyana, continúo. El S-21 tiene varios edificios. En el edificio ‘A’ se pueden ver unas habitaciones con camas más o menos grandes, donde torturaban a los prisioneros. En otros edificios (‘B’, ‘C’ y ‘D’) se pueden ver las celdas, algunas hoy conservar restos de sangre, donde permanecían los torturados hasta que les volviera a tocar su turno. Estos edificios están totalmente rodeados de alambradas para que ninguno osara a morir sin que ellos lo provocaran. Además, en todos los edificios están expuestos los retratos de todos los que pasaron por Toul Sleng: niños, bebés, madres, padres, adolescentes. Todos con una mirada demasiado calmada sabiendo a lo que allí iban. Se sabe que la mayoría murieron, bien ahí o bien en los campos de concentración. A mí, uno de los retratos que más me impactó fue el de una mujer sujetando a su hijo.
También están expuestos fotografías de los cadáveres de algunos prisioneros torturados y documentos sobre las edades profesiones, etc de los residentes de Toul Sleng. Para terminar con la visita, se puede ver una exposición sobre los cabecillas, los crímenes de los que se les acusan y en qué punto se encuentra el juicio. Hay uno que es de especial interés, ya que los acusados siguen vivos, aunque ya muy mayores. Se espera la resolución del juicio para antes de que mueran.
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Retraro de mujer con su bebé del S-21 |
Cuando salí ya del Toul Sleng, había un hombre que vendía libros. Resultó ser uno de los supervivientes y creo que el único que continúa vivo hoy en día. No hablaba inglés así que había una chica ahí para traducir. No sé si yo sería capaz de volver todos los días al sitio en el que fui brutalmente torturada, pero este hombre prometió que si salía vivo contaría todo lo que había vivido ahí.
Con el estómago revuelto y una sensación horrible, salí del museo. A la salida siempre hay infinidad de tuk-tuks que tienen preparados un circuito por los principales puntos de interés de la ciudad. Muchos te invitaban a ir a los Killing Fields, los campos de concentración de la capital. Pero después de haber visto hasta dónde puede llegar la atrocidad del hombre, no quiero ir a ningún sitio semejante en una larga temporada. Quería ir al Palacio Real, pero me dijeron que estaba cerrado por la muerte del rey. Así que decidí hacer el circuito a pie que había en la guía. Mi primera parada fue Wat Phnom, un templo budista que está ubicado en la única colina de la ciudad. Llegué ahí en tuk-tuk, mi medio de transporte preferido. El conductor insistía en esperarme para llevarme a mi siguiente destino. Pero yo prefería pasear un rato y conocer a pie la ciudad. No lo entendió muy bien eso de querer andar cuando se puede evitar. Bueno, ni él ni ningún otro camboyano.
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Yo en el Wat Phnom. ¡por fin salgo en una foto! |
Luego seguí hasta la estación de trenes, que es más estética que funcional, para luego llegar al mercado central o Psar Thmei. Ahí se puede encontrar desde mantas hasta cucarachas fritas. Lo más destacado de este mercado es su arquitectura art déco y su cúpula es digna de ver. Quería llegar al River Side, pero el calor que hacía y un bar que se me antojó acogedor, me desviaron de mi camino. Y entre cerveza Angkor y Anchor se fue pasando el día, disfrutando de la Happy Hour tan extendida en todo el país. Conocí a varios extranjeros residentes en Phnom Penh con los que cené y seguí tomando cervezas. El último sitio fue The Blitz, un bar muy acogedor, aunque bastante occidental, en el River Side.
Y así finalizó el primer día de los ocho que pasé en total en la capital. No estuvo nada mal como toma de contacto y fue el mejor de los que estuve en Phnom Penh. Al día siguiente puse rumbo a Kompong Thom.
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Mercado central |
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rturrado
21 noviembre, 2012 at 2:11 pmEso del S-21 es un libro que te leiste de camino no? :S Es verdad eso que dicen de que la realidad supera a la ficción!
Flavia
23 noviembre, 2012 at 11:30 amNo se si hay un libro con ese título, pero al museo del genocidio también se le conoce como S-21, porque los jemeres rojos llamaban a ese lugar Security prision 21, de ahí el S-21