La tortuosa carretera que lleva de Bajawa a Riung trajo de vuelta consigo, a parte de mil baches, los paisajes salvajes de Flores. Las interminables horas que tardamos en recorrer los 70 kilómetros que nos separaban de nuestro destino, pusieron ante nuestros ojos lo que es la verdadera Flores: lugares llenos de naturaleza errante; color verde; subidas lentas y bajadas llenas de curvas; pequeños pueblos que aparecen sin previo aviso que hacen preguntarte ¿de verdad vive alguien aquí?; gente peculiar entre la que encuentras a alguno que habla perfecto español. Sí, Flores es mi isla preferida de Indonesia de todas en las que estuve en mi viaje.
Calle principal de Riung |
Pero con los últimos kilómetros del viaje, empezaron a asomarse el mar, las islas lejanas, miles de palmeras y la ilusión de estar yendo al lugar adecuado: Riung, el pequeño y encantador pueblo pesquero del norte de Flores.
Jardín de los Bungalows Nirvana |
Mientras esperábamos a Detlef (con el que habíamos venido en el microbús), buscamos unas bintangs y apalabramos la excursión a las 17 islas por 1.000.000RP los tres, incluyendo transporte, entrada al parque marino, comida y el equipo de snorkel. En realidad no son 17, sino 21 las que componen el Parque Marino de las 17 Islas, pero leí que pusieron 17 para hacerlo coincidir con el día de la independencia de Indonesia (17 de agosto).
Restaurante Rico-Rico |
Para terminar el día fuimos a cenar al único restaurante a pie de mar: Rico Rico. Cenamos en la zona de la arena y esperamos un rato largo hasta que nos trajeron la deliciosa comida. No se si tuvimos que esperar tanto porque es lo habitual o porque el restaurante estaba lleno de australianos. Sí, este encantador pueblo pesquero de Flores es una de las paradas que hacen muchos australianos en su recorrido en velero desde Australia.
De camino a la primera isla |
A la mañana siguiente, preparados con los atuendos necesarios (traje de baño, toalla, agua, crema y chanclas), nos pusimos rumbo a las 17 islas. La primera parada fue a ver a los asquerosos murciélagos gigantes (Flying fox) en la isla de Kalong. Nos acercamos (no nos bajamos de la barca) a una isla en la que estos monstruosos animales estaban medio dormidos. Pero ¿y si los despertamos? Pues eso es lo que hicieron varios barquitos (incluido el nuestro) para que viéramos cómo volaban centenares de murciélagos a la vez. No sé si esto de cambiarles el sueño está muy bien… Confieso que los murciélagos me dan pánico, cosita, asquete, me repugnan y no puedo estar cerca de ellos mucho tiempo y menos si son gigantes. Así que no disfruté mucho con este espectáculo de la naturaleza.
Haciendo snorkel por algún jardín de coral de las 17 islas |
La segunda parada fue a una isla más grande, Palau Tiga. Un poco antes de llegar a la isla, saltamos al agua para empezar a disfrutar de los jardines de coral de este parque marino. ¡Al agua patos! Muchos corales fueron destruidos por el Niño hace ya unos años, por eso aquí no son tan coloridos como en Komodo, pero impresiona igualmente. No sé cuanto tiempo estuvimos buceando entre nemos y corales, pero debió de ser bastante porque cuando llegamos a la orilla, ya olía a pescado fresco a la parrilla ¡ñam!. Nos habían preparado unos deliciosos pescados. ¡Qué ricos que estaban! Me puse las botas (como siempre en Flores). No estaba tan bueno como el de Bajo, pero casi.
Nemos en las profundidades de las 17 islas |
La isla de Tiga es una isla larga de aguas cristalinas, arena blanca, palmeras y sin gente, el paraíso hecho realidad. Sí, todavía existen lugares así. En ninguna de estas islas vive gente, así que es un lujo pasear por ellas, hacer snorkel o darse un baño. Además, tener enfrente la isla de Flores con su paisaje montañoso hace que no te quieras ir nunca de ahí. ¡Ay! Volvería ahí ahora mismo.
Relajándome en Tiga |
Nuestro siguiente destino fue la isla de Rutong, donde volvimos a hacer snorkel. Aquí el coral está mucho mejor conservado y la variedad de color y peces es mucho mayor. Había infinidad de estrellas de mar y nemos. También vimos peces león y peces gato. Después descansamos un rato en su arena blanca antes de volver a casa. Sí, se había pasado ya el día y no me había dado ni cuenta.
Barca del puerto de Riung |
Una vez en tierra firme y después de una ducha, fuimos al puerto a contemplar el atardecer antes de ir a cenar. La calle principal de Riung está flanqueada por palmeras y casas bastante precarias, hechas a gran altura del suelo para sortear las mareas y el agua de lluvia. El atardecer mereció la pena, aunque no fuera tan bonito como los de Komodo, pero los barcos, el puerto de madera y las pequeñas barcas de pescadores, dibujaban una bonita postal para el recuerdo.
Casas cerca del puerto de Riung |
Esta vez elegimos el Café del Mar para cenar, un restaurante lleno de gente, música reggae y camareros que se asemejan al viejo Bob. Puede que sea el sitio más popular de Riung, pero a mi no me gustó. Se olvidaron de mi cena y el trato no fue bueno. Puede que tanta fama se les haya subido a la cabeza. Creo que una mejor opción hubiera sido el restaurante de enfrente, con menos gente, pero nos dijeron que mejor comida y gente muy agradable.
Vistas desde el puerto hacia las islas |
Al día siguiente, bien temprano, pusimos rumbo a Moni. Riung fue un lugar tranquilo en el que pasamos dos días de lo más relajados y tranquilos.
Cómo llegar
Submarinismo
Cartel con algo de información sobre submarinismo |
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